El extrañamiento del mundo es un lugar que pensé para darse cuenta de que lo nuevo es inagotable, de que nunca se acaba. Que siempre hay algo más donde pensábamos que habíamos visto bien. Para darse cuenta de que siempre hay cosas de las que podemos darnos cuenta.
Eso es lo que espero que les pase a ustedes al leerlo, que es lo que me pasa a mí. A partir de una canción, de un comentario, de una anécdota, de una lectura o de un simple cambio en el aire me voy, me extraño a un lugar. Un lugar que no se puede explicar sino sólo vivir. Un lugar donde todo es lo mismo pero no es lo mismo, donde se te refunda la percepción. Un lugar donde puede parecer que no hay nada, pero del que yo me traigo algo, que son estas historias.

viernes, 28 de agosto de 2009

Una versión de la vergüenza

La pornografía no tiene nada que ver con lo que la gente suele imaginarse. Al comienzo pensé que se trataba sólo de coger todo el tiempo para que te vean, hasta que tuve que darme cuenta de que se trataba de más que eso. Porque nosotros somos importantes, ¿entendés?, para la sociedad, digo, aunque hoy todo el mundo nos mire de a ratitos y a escondidas en Internet, listos para dejarnos de lado ni bien acaban. Pero yo sé que después se quedan pensando en nosotros, quizá sin siquiera darse cuenta de que somos nosotros, pero ¿quién más los va a prender fuego cuando ya no los calienta nada?
Te puede dar la impresión de que estoy resentido o algo así, pero la verdad es que no. Soy completamente conciente del lugar que ocupo, y no es que lo quiera cambiar, ya no puedo, pero sólo me interesa desarmar toda la hipocresía que hay alrededor. Eso es algo que no tolero, la hipocresía. Como cuando mi vieja armó tremendo escándalo el día que se enteró a qué me dedicaba, como si los años de cuernos a mi viejo la hubieran hecho algo mejor que yo. Pero se equivocan, ella y todos los que piensan así. No son mejores que nosotros.
Sí te puedo contar cómo fue que me di cuenta de lo importante que somos. Hace unos meses estaba en un ascensor y una mina que se subió en uno de los pisos de repente me reconoció. Al principio me miraba sólo de reojo, porque evidentemente le resultaba familiar, pero bastó un ir y venir de cabeza y que todos los colores se le fueran a la cara para que no hubiera más dudas de que había caído que era yo. Y te juro que lo único que hice fue girar poniendo el gesto más neutral que me salió, pero la mina escondió la cabeza entre los hombros enseguida, aunque dejándome ver lo que para mí fue una revelación: no sólo que era obvio que se había echado un buen polvo o una buena paja con un video mío, sino que quedó desnuda ante mí. "Esta mina," pensé, "que se debe coger al marido o al novio o a quien sea una vez cada tanto, acaba de ver al tipo con el que se armó tremenda fantasía y no en la pantalla como la otra vez, sino justo al ladito. Tan cerca que hasta me puede tocar. Si hasta se le debe estar pasando por la cabeza que me la puedo terminar cogiendo como a esa norteamericana con la que hice el clip del ascensor el año pasado." A mí no me importó que todo lo que yo hago haya quedado expuesto, pero a ella sí, porque se fue muy rápido toda avergonzada. Pero seguro que muy caliente también.
Es por eso que desde ese día me siento importante. No porque disfrute la vergüenza de la gente que me reconoce, sino porque me doy cuenta de que cuando sucede, a ellos les pasa algo muy intenso. Muy único. Porque yo soy alguien que siempre tienen ganas de ver, pero, claro, cuando me aparezco en persona quieren salir corriendo. ¿Te imaginás esa contradicción toda junta en un segundo? Y después quedan re calientes, segurísimo. Me los imagino yendo a la casa a ver los videos de nuevo, para ver si la tengo tan grande como se acordaban, o si soy tan bestia para hacerlo, porque claro, ahora seguro que soy de verdad.
¿Y porque creo que es algo que vale la pena sentir, me preguntarás? Porque la vergüenza, la exposición, es algo necesario, ¿sabés? Es un escalofrío que te descoloca, que te hace esconderte primero, pero que te hace sentir algo que no te pasa todo el tiempo, que te renueva, porque después lo mirás todo como con picardía, con el ánimo entusiasmado. Eso te renueva, te aceita las venas, porque desde el momento en que se te achica el corazón en ese instante, justo después se te agranda y se te acelera el pulso. Es como un baldazo que te saca de la rutina en la que vivís y te dice: "Che, estás vivo". Y de ahí a que se te pare o que una mina se moje toda hay dos pasos, te lo firmo.
Y en eso te tengo que decir que los envidio. Porque después de todo lo que hice en los últimos años te juro que la vergüenza la perdí sin retorno. No es que sufra, al contrario, me gusta mi vida, pero extraño esa sensación de sentirme a veces chiquito ante algo o alguien. Y, de nuevo, no me considero ni mejor ni peor que nadie. Pero yo ya saqué todo en la pantalla, hasta lo que los otros ni ven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario