El extrañamiento del mundo es un lugar que pensé para darse cuenta de que lo nuevo es inagotable, de que nunca se acaba. Que siempre hay algo más donde pensábamos que habíamos visto bien. Para darse cuenta de que siempre hay cosas de las que podemos darnos cuenta.
Eso es lo que espero que les pase a ustedes al leerlo, que es lo que me pasa a mí. A partir de una canción, de un comentario, de una anécdota, de una lectura o de un simple cambio en el aire me voy, me extraño a un lugar. Un lugar que no se puede explicar sino sólo vivir. Un lugar donde todo es lo mismo pero no es lo mismo, donde se te refunda la percepción. Un lugar donde puede parecer que no hay nada, pero del que yo me traigo algo, que son estas historias.

domingo, 31 de octubre de 2010

Los nombres de dios

Me pasaste una lata oxidada y me dijiste un nombre de dios,
esculpido en las líneas que desaparecen tras la curva,
como las pistas de una carrera vistas de costado.
Te raspaste una uña,
esa que siempre te crece despareja,
y me dijiste otro nombre de dios.
Y otro con el brillo encandilador del detergente al lavar los platos,
y uno más al apilar la montaña de papeles sobre tu estómago.
Los nombres de dios, junto con los ojos de dios,
y los sordos estallidos de las burbujitas de aire que reviento con las mismísimas yemas de estos dedos.
Me siento en el fondo del cuarto con las manos detrás de las orejas,
escuchándolo todo en el silencio engañador de la oscuridad,
tragando montones de saliva por la emoción
al ejecutar todos los nombres de dios.

lunes, 18 de octubre de 2010

Amazonas

Una mata de verde bravura me araña la cara.
Dame al salvaje y transportame a la cristalina transparencia. No me dejes parar y dame palabras de aliento. Haceme creer que en cualquier momento me puedo postrar y ponerme a rezar, pidiendo por algo. Rompé las ramas con estruendo sin olvidar desfigurarte. Crujime, crují, crujilos. Llevame a las aguas marrones y salpicame con histeria, con un frenesí tal que si alguien nos mira a la distancia se asuste. Mirame con ojazos de madera y clavámelos a mí. Hermosa te ves a través de la madera.
Una mata verde de bravura.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cáncer de todo

Es el cáncer de todo de todos. El borbotón de sangre por las orejas, que ensordece las trompetas de los juicios por venir. Las manos y una piel que dejó de merecer su nombre hace tiempo, y un cáncer que devora todo, con una voluntad entregada a su festín.
Los humos lo justifican y la lana doblada para que abrigue más. Una calidez abrumadoramente atrofiada que sólo quiebran los estertores de frío que suben, y bajan, y suben por la espina, tatuando una escarcha, aunque siempre parece haber más humo al exprimir las hojas.
El cáncer de todo es esperanzadoramente inlocalizable. Imposible de encontrar, pero devastando y reconstituyendo todo con su propio tejido negro funda un imperio nuevo y brillante de tentáculos indestructibles, esplendorosos. El imperio de yo.
Al respirar creo que puedo hacer música.