El extrañamiento del mundo es un lugar que pensé para darse cuenta de que lo nuevo es inagotable, de que nunca se acaba. Que siempre hay algo más donde pensábamos que habíamos visto bien. Para darse cuenta de que siempre hay cosas de las que podemos darnos cuenta.
Eso es lo que espero que les pase a ustedes al leerlo, que es lo que me pasa a mí. A partir de una canción, de un comentario, de una anécdota, de una lectura o de un simple cambio en el aire me voy, me extraño a un lugar. Un lugar que no se puede explicar sino sólo vivir. Un lugar donde todo es lo mismo pero no es lo mismo, donde se te refunda la percepción. Un lugar donde puede parecer que no hay nada, pero del que yo me traigo algo, que son estas historias.

sábado, 29 de septiembre de 2012

inconcluso

Se sirvió una copa de vino blanco sabiendo que no le iba a alcanzar para emborracharse, pero la tomó igual,  esperando que por lo menos le nublara el juicio por un rato. El sonido de la copa sobre la mesa cada vez que la apoyaba le llamaba la atención por lo idiota e inútil. ¿Por qué algo tan frágil como esa copa quiere sonar? ¿Y por qué alguien como yo quiere escucharla?

Es una variedad el cuestionario que me impongo en cada momento. Como la limpieza de casa, que es una tarea a la que siempre le faltan detalles para terminar. Nunca me había dado cuenta de los paralelismos entre las dos cosas: hacerte preguntas todo el tiempo y limpiar tu casa. Aunque hacerte preguntas equivale más a ensuciar y desordenar algo que a limpiar y despejar. O por lo menos en mi caso. O en mi casa.

El infinito cotidiano es algo que me abruma más que el infinito del Universo. El infinito del Universo es algo que me tiene sin cuidado. Sé que en algún momento no existió el tiempo y, por ende, todo esto, y que en algún momento cesará su existencia. Pero no me importa. La limpieza de casa, en cambio, es algo que me obsesiona. O los libros que compro y no llego a leer. Ese es un nunca enloquecedor. La grasa de la bacha que siempre queda después de repasar todo y el libro de Celine que está apoyado sobre el escritorio. Dos realidades insoslayables y desquiciantes.

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