Es un crepitar en las tripas,
un burbujeo en la garganta,
una inhalación apurada por la nariz,
y después dolor de cabeza.
Las noches son puro calor,
agitación en el revuelo de las sábanas,
y, me tapo o no?
Veo a través del vidrio de la ventana y es pura oscuridad.
Como el agua turbia de una ciénaga que se congeló,
me tapa la vista, pero me devuelve el reflejo,
tan estúpido y azorado,
del ensayo de muecas para la foto.
Oigo a lo lejos una pelea,
y ya veo el desenlace trágico
con disparos y alaridos y uno o dos muertos.
Mañana nada de eso aparecerá en los diarios,
pero igual me reconforta mi frondosa imaginación.
Se cuela una corriente en el cuarto y me pregunto:
Me tapo o no?
Me tapo o no?
Antes de dormirme no sé si va a hacer frío,
y es posible que me despierte tiritando en la madrugada,
pero también es posible que me encuentre envuelto en el
calor de las mil estufas legendarias que nunca sentí.
Aclaro: que nunca sentí.
Entonces, me pregunto otra vez:
me tapo o no?
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