El extrañamiento del mundo es un lugar que pensé para darse cuenta de que lo nuevo es inagotable, de que nunca se acaba. Que siempre hay algo más donde pensábamos que habíamos visto bien. Para darse cuenta de que siempre hay cosas de las que podemos darnos cuenta.
Eso es lo que espero que les pase a ustedes al leerlo, que es lo que me pasa a mí. A partir de una canción, de un comentario, de una anécdota, de una lectura o de un simple cambio en el aire me voy, me extraño a un lugar. Un lugar que no se puede explicar sino sólo vivir. Un lugar donde todo es lo mismo pero no es lo mismo, donde se te refunda la percepción. Un lugar donde puede parecer que no hay nada, pero del que yo me traigo algo, que son estas historias.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Armonías

Es fácil acomodarse en las armonías apacibles. Son esas de las certezas, o las que por lo menos prometen una con tal de confiar lo suficiente como para olvidarse de porqué dudamos en primer lugar. Las armonías apacibles son las que nos educan, y a las que nos entregamos totalmente desesperados por un mundo que no tiene sentido para que nos arrullen para poder dormir.
Pero también están por ahí las armonías vibrantes, que se manifiestan cuando se nos agrieta algo. Son las de la intranquilidad y el desasosiego, pero no del enloquecedor, sino de aquel que cada vez me parece más necesario, el de la incertidumbre que, desafiando las leyes de la lógica, en su no asertividad dice más que las afirmaciones complacientes.

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