El extrañamiento del mundo es un lugar que pensé para darse cuenta de que lo nuevo es inagotable, de que nunca se acaba. Que siempre hay algo más donde pensábamos que habíamos visto bien. Para darse cuenta de que siempre hay cosas de las que podemos darnos cuenta.
Eso es lo que espero que les pase a ustedes al leerlo, que es lo que me pasa a mí. A partir de una canción, de un comentario, de una anécdota, de una lectura o de un simple cambio en el aire me voy, me extraño a un lugar. Un lugar que no se puede explicar sino sólo vivir. Un lugar donde todo es lo mismo pero no es lo mismo, donde se te refunda la percepción. Un lugar donde puede parecer que no hay nada, pero del que yo me traigo algo, que son estas historias.

viernes, 14 de mayo de 2010

Vigilia

Ayer a la noche no pude dormir porque no dejaba de pensar en ellos.
No sé cómo puede ser que tomen tanto de mi tiempo cuando no los considero tan importantes. En general son una gran molestia, de la que me quejo constantemente, y siempre me alegro de no verlos más aunque sea por un rato.
En mis ensoñaciones se me ha llegado a ocurrir que es porque me importan en verdad, y que es por eso que no los puedo sacar de mi cabeza. Pero me resisto a admitir que seres tan insignificantes me roben algo de interés. Me parece sencillamente estúpido.
Cuando nos sentamos a la mesa es cuando más los sufro, porque es uno de esos momentos en los cuales me resulta imposible no mirarlos aunque sea por un instante a esas insoportables caras. He intentado mantener la mirada fija en el plato, pero me he dado cuenta de que alejan la comida de mí para forzarme a que se las tenga que pedir. Y en ese "¿podrías...?" tengo que verlos a los ojos, porque de otro modo no se dan por aludidos, y juro que les pegaría un bife por tener que tolerar esas sonrisas y caídas de ojos tan irritantes.
Durante el trabajo la cosa mejora sensiblemente. En ese momento llego a sentir que la convivencia es posible, en especial cuando me demuestran que pueden hacer algo con sus innecesarias existencias, a las por otro lado maldigo cuando cometen errores estúpidos.
Ahora lo estoy viendo preparándose para ir al jardín, haciendo ruido con esos paquetitos que llevan de acá para allá. Se los cuelgan de las orejas y les quedan tan ridículos que hasta me podrían dar ternura, pero enseguida noto el
tamaño de esas cosas que pasan por orejas y me horrorizo. Las proporciones no son precisamente el regalo que les dio la Naturaleza, si es que les dio alguno.
Por fin salieron, y creo que puedo descansar por un rato, pero sus caras, voces, comentarios, risas, grititos, bocas abiertas, manos crispadas, pataleos y llantos, todo, todo eso se me viene encima como una avalancha y me parece que ya no queda espacio para mí en mí mismo porque me han invadido por completo. Intento buscar una salida en el sueño pero es inútil...
Ayer a la noche no pude dormir porque no dejaba de pensar en vos.

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