
Si alguien me pidiera que le recomendara algo bueno para ver en tele en este momento le diría sin dudarlo que le eche un vistazo a Dexter. No sólo por la historia y las subhistorias que se abren cada temporada, ni por las actuaciones, geniales por cierto, sino por Dexter mismo, en cuya existencia confieso que he llegado a creer. Porque para mí Dexter no es sólo un personaje. No desde el momento en que lo encontré en mí mismo.
Muchos podrán creer no sin razón que aquí y ahora se va a producir la revelación en la que le digo al mundo que soy un asesino serial o algo por el estilo, pero no, jamás maté a nadie ni experimenté un deseo irreprimible de hacerlo. Se trata de algo más simple. Lo que me fascina sobre Dexter es que es la persona que más honestamente enfrenta su lado oscuro, su dark passenger, como él lo llama. Qué quiero decir te preguntarás.
¿Acaso nunca sentiste ganas de borrar a alguien de un plumazo? ¿Nunca te regodeaste en el mal momento de alguien? ¿Nunca manipulaste? ¿Nunca engañaste? ¿Nunca heriste deliberadamente? ¿Acaso nunca hiciste algo de todo eso y al final sencillamente dijiste "sí, fui yo"?
No es precisamente nuestro costado más agradable, el que nos gusta sacar y mostrar, pero está ahí y somos nosotros. Es una potencia en nuestro interior, que te puede hacer un guiño en cualquier momento, cuando te sentís amenazado o provocado, o inclusive cuando mirás un serie en Internet. Es nuestra inveterada capacidad de causar daño, tan negada y vapuleada, pero nuestra al fin.
¿Ahora entendés de qué te estoy hablando? ¿Te es familiar? ¿No? Bueno, en ese caso deberías conocer a Dexter.